lunes, 29 de noviembre de 2010

El músico de San Fernando de Camarones

Lo llamé por teléfono para concertar la entrevista y él pensó que le corríamos una «máquina». Incluso, tuvo dudas hasta que aparecimos en la puerta de su casa.

Pero el rostro se le iluminó cuando reconoció a nuestro fotógrafo Juan Moreno, decano de su profesión en la prensa deportiva cubana. «Pues parece que esto va en serio», dijo mientras nos invitaba a pasar.

Rolando Macías Rodríguez, conocido en el mundillo beisbolero como «el músico de San Fernando de Camarones», llegó a tocar con la orquesta Melodía antillana y alternó con Benny Moré en varios escenarios. Luce muy bien a sus 69 años, aunque en 2006 sufrió un accidente que lo retuvo 18 meses en cama.

Tiene las vértebras comprimidas y dos hernias discales, quizá como secuelas de tantos años sobre la tabla de lanzar. «Ahora todo es reposo y tranquilidad», reconoce.

«Así es muy difícil bajar esas 14 o 15 libras que tengo de más. Pero anota ahí que mi brazo sigue entero», bromea.

Desde hace un tiempo, Macías dejó Camarones, en Cienfuegos, y actualmente vive en la capital con su señora, sus dos hijas y sus dos nietos varones. Conversamos en su pequeño apartamento de San Agustín, en el municipio de La Lisa, donde las fotos en la pared enseguida disparan los recuerdos.

—Usted debutó en la segunda serie nacional, pero dicen que estuvo a punto de jugar en la primera. ¿Es cierto?

—Anjá. En ese momento yo había participado en la preselección del equipo Cuba para Puerto Rico en el año 1961, pero cometí una indisciplina y me eliminaron.

«Sucedió que el albergue de nosotros era en la Ciudad Deportiva y yo vivía en Lawton. Así, fui a reposar una tarde en la casa para lanzar por la noche y alguien se lo dijo al manager. Por eso me sancionaron.

«Después regresé para Las Villas y tuve un altercado con un árbitro durante un juego. Eso me costó un año de suspensión y me perdí la primera serie nacional.

«Debuté al año siguiente con Azucareros, aunque tuve poca participación. Imagínate, ahí estaban Aquino Abreu, Modesto Verdura, Román Águila y Ronel Sardiñas.

«Después se olvidaron de mí para la serie de 1963-1964. Cuando hicieron el equipo me mandaron a buscar como invitado, pero dije que no. ¿Te imaginas eso?

«Reaparecí con Orientales, pero otra vez lancé poco y en la quinta serie pasé a jugar con Centrales gracias al manager Asdrúbal Baró, quien me dio la oportunidad de ser abridor. Ahí comenzaron a cambiar las cosas.

«Luego vino la etapa de Natilla Jiménez con el equipo de Las Villas. Él me enseñó a lanzar. Yo tenía buena velocidad, pero me faltaban mañas.

«Seguidamente, con los Azucareros de Pedrito Pérez gané 13 juegos y despegué. Después continué con Servio Borges hasta 1971 y en esa etapa logré consagrarme. En la octava serie salimos campeones.

—Ahí ganó 14 juegos consecutivos, un récord en ese momento. ¿Cómo fue aquello?

—Tremendo. En realidad, si le sumamos la serie anterior, gané 21 juegos seguidos.

«Después me lesioné y recibí tratamiento aquí en La Habana. Sin recibir el alta regresé y le dije a Servio que estaba listo.

«Él me puso contra Las Villas y logré caminar hasta el sexto inning con ventaja de 6-3. Ahí me compliqué y coloqué la carrera de la ventaja en primera base. Entonces me tumbaron para traer a Andrés, «el Curro», Leiva, pero Edgar Domínguez le dio triple, ellos se fueron arriba y no los pudimos alcanzar.

—¿Cuál es el secreto para ser un pitcher estelar?

—Te voy a hablar de mi época, porque yo estoy contra todos los métodos del pitcheo hoy en día. Un lanzador debe entrenar fuerte y trabajar casi todos los días. Mientras más lances, más fortaleces el brazo.

«Ahora se sacan demasiadas cuentas. Que si fulano no puede lanzar porque tiene solo tres días de descanso. Señores, antes nosotros trabajábamos nueve entradas y teníamos que tirar al otro día para perfeccionar los movimientos.

«Fíjate, una vez yo abrí contra Industriales un martes en Santa Clara y gané, el jueves relevé cinco inning allí mismo, el sábado relevé otra vez en Santiago y el martes siguiente abrí contra Henequeneros y volví a ganar.

«Pero también lo hacían Roberto Valdés, Justino Gavilán, Oscarito Romero, Lázaro Santana, Florentino Alfonso, Emilio Salgado, Changa Mederos y otros muchos.

—Pero han cambiado los tiempos…

—Fíjate si han cambiado los tiempos que ahora los lanzadores hacen calentamiento con una toalla en la mano. Yo quiero que alguien me explique cómo ayuda eso.

—¿Cómo entrenaba Macías?

—Había que levantarse tempranito por la mañana y hacer la preparación física. Además, trabajábamos para mejorar la defensiva, o sea, asistencia a tercera base, asistencia a home, asistencia a primera. Ahora nadie hace nada de eso.

«Al pitcher de hoy en día le pasan los roletazos por el box y no los coge, porque el derecho cae para primera base, y el izquierdo hacia tercera. Eso es coordinación del movimiento y no la tienen. Les enseñan a tirar tenedor y todas esas cosas, pero no les enseñan lo que es una coordinación de movimientos.

«Nosotros todos los días tirábamos entre 70 y 80 lanzamientos en las prácticas. Luego venía Natilla Jiménez y te decía que lo del pitcher era correr y hacer abdominales.

«En aquella etapa no existían las pesas. Yo nunca levanté una en mi vida y mira ese brazo (lo extiende hacia mí). El brazo no se afloja, se afloja el abdomen, y el abdomen afloja las piernas. Y cuando no hay piernas no hay pitcher.

«Antes existía la conciencia y el amor a la pelota. Cuando los Azucareros ganamos el campeonato el homenaje que nos dieron fue un sombrero, un par de guantes y una mocha. Al otro día partimos para la caña, un mes como estímulo.

«Los peloteros que fueron grandes figuras deben aportar su experiencia. Un licenciado es una cosa y estar en el montículo es otra. En Sancti Spíritus, Roberto Ramos fue una estrella y nunca lo han llamado. Mira el caso de Julio Romero que ha sentado cátedra. Fíjate, Cienfuegos ha levantado con Cheíto Rodríguez y Antonio Muñoz en el bateo, o con Reemberto Rossel. Eso es lo que debe hacerse».

—¿Se animaba a lanzar pegado?

—Claro.

—¿Y tiró algún pelotazo de forma intencional?

—Sí, cómo no. Ahora existe mucha guapería barata. Antes, si Capiró hoy te daba tres líneas, mañana se llevaba un recuerdo. Era normal. Te di el pelotazo, vete para primera y no ha pasado nada.

—¿A usted le daban las señas desde el banco?

—De eso nada. El pitcher es quien sabe lo que puede tirar. A veces tienes mal la curva y debes apelar a la recta, o al revés. ¿Cómo vas a mandarme tú a que tire una cosa o la otra? Eso es inaudito.

—¿Cuál fue la satisfacción más grande que le dejó la pelota?

—El juego decisivo en la Serie especial de los Diez Millones en 1970. Cuando vi en el reloj del Latino que eran las 8:17 de la noche, me acordoné los zapatos. Adiviné que iba a lanzar porque nadie más calentaba solamente diez minutos antes del partido. Se reventó el estadio. Por un lado estaban Pello el Afrocán y Tata Güines apoyando a los Industriales, y a nosotros nos alentaba Pacho Alonso. Trabajé muy bien y ganamos. Todavía me acuerdo de aquello.

—¿Algún mal recuerdo?

—Cuando nos preparábamos aquí para el Mundial de 1971, nació mi hija y no me dieron permiso para ir a verla. Después, a los 14 días fuimos a jugar a Villa Clara y llegamos a las cinco de la mañana. Entonces me dijeron: no vayas a acostarte que vas a ir a conocer a tu hija. Pero nada. A las 11 de la mañana llegó Servio y me dijo que no podía ir, buscaron varias cosas para mandarle a mi señora, pero no me dejaron ir.

«Esa noche me pusieron a lanzar y exploté en el tercer inning. Después, Servio me dijo: si tú quieres, cuando termine el juego te pongo un carro y te vas para Camarones, pero mañana por tu cuenta tienes que estar antes de las 12 en La Habana. Los únicos lanzadores que tengo para decidir el campeonato son tú y Huelga.

«Entonces le dije: si ya pasaron 14 días no es nada esperar 20 o 24. Por fin, a los 24 días conocí a mi hija.

«Otro mal rato fue cuando me dejaron fuera del equipo para Panamá en el 70. Yo fui el mejor pitcher en la Serie de los Diez Millones y estuve bien en los entrenamientos, pero me dieron curva. Lo peor fue que no me dijeron cuál fue el motivo».

—Mucha gente opina que usted se retiró antes de tiempo…

—Yo siempre dije que cuando llegara a cien victorias me retiraba (fue el cuarto lanzador en lograr esa cifra en series nacionales). Tenía diez «congeladas» de la Serie de los Diez Millones, pero no contaba con ellas. Finalmente se reconocieron, así que perfecto.

«Por cierto, no sé de quién fue la idea de que un atleta cuando tiene más de 30 años es viejo. Antes de tiempo se retiraron Pacheco, Kindelán, Lourdes Gourriel, Germán Mesa, Víctor Mesa, Muñoz, Casanova y otros en los últimos años. Eso nos salió bastante caro». (Luis López Viera
luislopez@juventudrebelde.cu)

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lunes, 29 de noviembre de 2010

El músico de San Fernando de Camarones

Lo llamé por teléfono para concertar la entrevista y él pensó que le corríamos una «máquina». Incluso, tuvo dudas hasta que aparecimos en la puerta de su casa.

Pero el rostro se le iluminó cuando reconoció a nuestro fotógrafo Juan Moreno, decano de su profesión en la prensa deportiva cubana. «Pues parece que esto va en serio», dijo mientras nos invitaba a pasar.

Rolando Macías Rodríguez, conocido en el mundillo beisbolero como «el músico de San Fernando de Camarones», llegó a tocar con la orquesta Melodía antillana y alternó con Benny Moré en varios escenarios. Luce muy bien a sus 69 años, aunque en 2006 sufrió un accidente que lo retuvo 18 meses en cama.

Tiene las vértebras comprimidas y dos hernias discales, quizá como secuelas de tantos años sobre la tabla de lanzar. «Ahora todo es reposo y tranquilidad», reconoce.

«Así es muy difícil bajar esas 14 o 15 libras que tengo de más. Pero anota ahí que mi brazo sigue entero», bromea.

Desde hace un tiempo, Macías dejó Camarones, en Cienfuegos, y actualmente vive en la capital con su señora, sus dos hijas y sus dos nietos varones. Conversamos en su pequeño apartamento de San Agustín, en el municipio de La Lisa, donde las fotos en la pared enseguida disparan los recuerdos.

—Usted debutó en la segunda serie nacional, pero dicen que estuvo a punto de jugar en la primera. ¿Es cierto?

—Anjá. En ese momento yo había participado en la preselección del equipo Cuba para Puerto Rico en el año 1961, pero cometí una indisciplina y me eliminaron.

«Sucedió que el albergue de nosotros era en la Ciudad Deportiva y yo vivía en Lawton. Así, fui a reposar una tarde en la casa para lanzar por la noche y alguien se lo dijo al manager. Por eso me sancionaron.

«Después regresé para Las Villas y tuve un altercado con un árbitro durante un juego. Eso me costó un año de suspensión y me perdí la primera serie nacional.

«Debuté al año siguiente con Azucareros, aunque tuve poca participación. Imagínate, ahí estaban Aquino Abreu, Modesto Verdura, Román Águila y Ronel Sardiñas.

«Después se olvidaron de mí para la serie de 1963-1964. Cuando hicieron el equipo me mandaron a buscar como invitado, pero dije que no. ¿Te imaginas eso?

«Reaparecí con Orientales, pero otra vez lancé poco y en la quinta serie pasé a jugar con Centrales gracias al manager Asdrúbal Baró, quien me dio la oportunidad de ser abridor. Ahí comenzaron a cambiar las cosas.

«Luego vino la etapa de Natilla Jiménez con el equipo de Las Villas. Él me enseñó a lanzar. Yo tenía buena velocidad, pero me faltaban mañas.

«Seguidamente, con los Azucareros de Pedrito Pérez gané 13 juegos y despegué. Después continué con Servio Borges hasta 1971 y en esa etapa logré consagrarme. En la octava serie salimos campeones.

—Ahí ganó 14 juegos consecutivos, un récord en ese momento. ¿Cómo fue aquello?

—Tremendo. En realidad, si le sumamos la serie anterior, gané 21 juegos seguidos.

«Después me lesioné y recibí tratamiento aquí en La Habana. Sin recibir el alta regresé y le dije a Servio que estaba listo.

«Él me puso contra Las Villas y logré caminar hasta el sexto inning con ventaja de 6-3. Ahí me compliqué y coloqué la carrera de la ventaja en primera base. Entonces me tumbaron para traer a Andrés, «el Curro», Leiva, pero Edgar Domínguez le dio triple, ellos se fueron arriba y no los pudimos alcanzar.

—¿Cuál es el secreto para ser un pitcher estelar?

—Te voy a hablar de mi época, porque yo estoy contra todos los métodos del pitcheo hoy en día. Un lanzador debe entrenar fuerte y trabajar casi todos los días. Mientras más lances, más fortaleces el brazo.

«Ahora se sacan demasiadas cuentas. Que si fulano no puede lanzar porque tiene solo tres días de descanso. Señores, antes nosotros trabajábamos nueve entradas y teníamos que tirar al otro día para perfeccionar los movimientos.

«Fíjate, una vez yo abrí contra Industriales un martes en Santa Clara y gané, el jueves relevé cinco inning allí mismo, el sábado relevé otra vez en Santiago y el martes siguiente abrí contra Henequeneros y volví a ganar.

«Pero también lo hacían Roberto Valdés, Justino Gavilán, Oscarito Romero, Lázaro Santana, Florentino Alfonso, Emilio Salgado, Changa Mederos y otros muchos.

—Pero han cambiado los tiempos…

—Fíjate si han cambiado los tiempos que ahora los lanzadores hacen calentamiento con una toalla en la mano. Yo quiero que alguien me explique cómo ayuda eso.

—¿Cómo entrenaba Macías?

—Había que levantarse tempranito por la mañana y hacer la preparación física. Además, trabajábamos para mejorar la defensiva, o sea, asistencia a tercera base, asistencia a home, asistencia a primera. Ahora nadie hace nada de eso.

«Al pitcher de hoy en día le pasan los roletazos por el box y no los coge, porque el derecho cae para primera base, y el izquierdo hacia tercera. Eso es coordinación del movimiento y no la tienen. Les enseñan a tirar tenedor y todas esas cosas, pero no les enseñan lo que es una coordinación de movimientos.

«Nosotros todos los días tirábamos entre 70 y 80 lanzamientos en las prácticas. Luego venía Natilla Jiménez y te decía que lo del pitcher era correr y hacer abdominales.

«En aquella etapa no existían las pesas. Yo nunca levanté una en mi vida y mira ese brazo (lo extiende hacia mí). El brazo no se afloja, se afloja el abdomen, y el abdomen afloja las piernas. Y cuando no hay piernas no hay pitcher.

«Antes existía la conciencia y el amor a la pelota. Cuando los Azucareros ganamos el campeonato el homenaje que nos dieron fue un sombrero, un par de guantes y una mocha. Al otro día partimos para la caña, un mes como estímulo.

«Los peloteros que fueron grandes figuras deben aportar su experiencia. Un licenciado es una cosa y estar en el montículo es otra. En Sancti Spíritus, Roberto Ramos fue una estrella y nunca lo han llamado. Mira el caso de Julio Romero que ha sentado cátedra. Fíjate, Cienfuegos ha levantado con Cheíto Rodríguez y Antonio Muñoz en el bateo, o con Reemberto Rossel. Eso es lo que debe hacerse».

—¿Se animaba a lanzar pegado?

—Claro.

—¿Y tiró algún pelotazo de forma intencional?

—Sí, cómo no. Ahora existe mucha guapería barata. Antes, si Capiró hoy te daba tres líneas, mañana se llevaba un recuerdo. Era normal. Te di el pelotazo, vete para primera y no ha pasado nada.

—¿A usted le daban las señas desde el banco?

—De eso nada. El pitcher es quien sabe lo que puede tirar. A veces tienes mal la curva y debes apelar a la recta, o al revés. ¿Cómo vas a mandarme tú a que tire una cosa o la otra? Eso es inaudito.

—¿Cuál fue la satisfacción más grande que le dejó la pelota?

—El juego decisivo en la Serie especial de los Diez Millones en 1970. Cuando vi en el reloj del Latino que eran las 8:17 de la noche, me acordoné los zapatos. Adiviné que iba a lanzar porque nadie más calentaba solamente diez minutos antes del partido. Se reventó el estadio. Por un lado estaban Pello el Afrocán y Tata Güines apoyando a los Industriales, y a nosotros nos alentaba Pacho Alonso. Trabajé muy bien y ganamos. Todavía me acuerdo de aquello.

—¿Algún mal recuerdo?

—Cuando nos preparábamos aquí para el Mundial de 1971, nació mi hija y no me dieron permiso para ir a verla. Después, a los 14 días fuimos a jugar a Villa Clara y llegamos a las cinco de la mañana. Entonces me dijeron: no vayas a acostarte que vas a ir a conocer a tu hija. Pero nada. A las 11 de la mañana llegó Servio y me dijo que no podía ir, buscaron varias cosas para mandarle a mi señora, pero no me dejaron ir.

«Esa noche me pusieron a lanzar y exploté en el tercer inning. Después, Servio me dijo: si tú quieres, cuando termine el juego te pongo un carro y te vas para Camarones, pero mañana por tu cuenta tienes que estar antes de las 12 en La Habana. Los únicos lanzadores que tengo para decidir el campeonato son tú y Huelga.

«Entonces le dije: si ya pasaron 14 días no es nada esperar 20 o 24. Por fin, a los 24 días conocí a mi hija.

«Otro mal rato fue cuando me dejaron fuera del equipo para Panamá en el 70. Yo fui el mejor pitcher en la Serie de los Diez Millones y estuve bien en los entrenamientos, pero me dieron curva. Lo peor fue que no me dijeron cuál fue el motivo».

—Mucha gente opina que usted se retiró antes de tiempo…

—Yo siempre dije que cuando llegara a cien victorias me retiraba (fue el cuarto lanzador en lograr esa cifra en series nacionales). Tenía diez «congeladas» de la Serie de los Diez Millones, pero no contaba con ellas. Finalmente se reconocieron, así que perfecto.

«Por cierto, no sé de quién fue la idea de que un atleta cuando tiene más de 30 años es viejo. Antes de tiempo se retiraron Pacheco, Kindelán, Lourdes Gourriel, Germán Mesa, Víctor Mesa, Muñoz, Casanova y otros en los últimos años. Eso nos salió bastante caro». (Luis López Viera
luislopez@juventudrebelde.cu)

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