lunes, 14 de junio de 2010

Ariel Pestano: de hierro, y sin mañas

(Entrevista realizada por Rufo Caballero al mejor recpetor de CUBA, y publicada en el periódico Juventud Rebelde el pasado 12 de junio)

Cuando un amigo industrialista supo que me iría a Villa Clara por unos días, se preocupó: «Rufo, ¡mira que te gusta la bebida del enemigo!». Me fui en realidad al magnífico evento Profilms, consagrado a la promoción y el marketing de los audiovisuales. Cuando comenté a mi familia que, además, entrevistaría a Ariel Pestano, Mayra, tan graciosa, dijo: «¿Estás loco? ¡Ese es un hombre muy violento! ¿No te acuerdas de la exclamación de Héctor Rodríguez cada vez que venía Pestano al bate: “Oh, ¡hombre peligroso! ¡Tremen- do peligro se cierne sobre Industriales!”».

Nomás llegué a Villa Clara, lo llamé. Luego del saludo, dije: «Pestano, tranquilo, no te voy a hacer una encerrona; yo suelo mostrar mis armas. Te confieso que soy industrialista; pero además, no un industrialista cualquiera: un industrialista furibundo. Sin embargo, te admiro mucho como pelotero, y sobre todo cuando has jugado fuera de Cuba, me has hecho vivir grandes emociones. Te quiero entrevistar».

Del lado de allá se hizo el silencio... «¿Cuándo vienes a la casa?». Regresaron a mi mente las palabras de Mayra, que ahora recordaba más precisas: «Oh, ¡tremendo peligro se cierne sobre Rufo!». Y se me ocurrió responder: «No, Pestano. Conversemos en un terreno neutral: te espero a las seis de la tarde en la casa de visita donde me estoy quedando».

A esa hora estaba yo en la terraza del primer piso, cuando lo veo acercarse, vestido de azul. ¡De azul! Me hizo sentir un miserable. Esa propia mañana, al terminar mi conferencia, una excelente crítica de cine me había obsequiado una gorra naranja, y yo la agradecí con emoción (la guardo como un objeto museable), pero me negué a ponérmela, porque, entre otras cuestiones de principios, con la promiscuidad del correo electrónico, en minutos iba a estar la foto en La Habana, y al regresar me iban a cortar la cabeza. En cambio, Ariel Pestano, el primer hombre de los Naranjas, llegaba vestido de azul, para dialogar con un industrialista.

—¿Puedo llamarte Ariel; o tengo que decirte «Señor Pestano»?

—Me puede llamar como lo desee. Soy guajiro, hermano. Un guajiro noble, que nació en el campo, en un ambiente familiar muy sano.

—¿Noble? ¡Tan gruñón y tan peleón, tan peleador por todo!

—Esa es la fama que me dieron en el más reciente play off, por mis desacuerdos con ciertas cosas, que expresé siempre de forma franca y directa.

—Alguna gente piensa que lo importante es jugar a la pelota y olvidarse de todo lo demás. ¿Cuántas veces protestó Germán Mesa por supuestas violaciones de Villa Clara? ¿Has llegado a pensar que tienes cementerio aparte?

—Protesto cuantas veces se precise. La pelota también necesita su picante, su sazón. Yo se la pongo, sin el menor problema. Ahora solo se recuerda al Pestano protestón, pero pocos reparan en que, cuando se formó lo que se formó en el Latino, con Malleta, alrededor del out o no, ese mismo Pestano fue de los que estimuló a sus compañeros para que volvieran al terreno. Por encima de los fanatismos, todos somos cubanos, colegas, y todos estamos por lo mismo.

—Hay que emprender un estudio demográfico y cultural a propósito de cómo se usan las bondades de la capital, pero la gente sigue respondiendo, a nivel de las emociones, al terruño de procedencia… Lo contrario —eso de llamar despectivamente «palestino» a todo el que no sea habanero— también resulta penoso, muy penoso; en todo caso, me pregunto, ¿qué responsabilidad puede tener un equipo de pelota en semejante exceso? Algunos alegan que cuanto llevó a Industriales al triunfo fue la bomba; que Industriales juega como un equipo de temperamento, hormonal, emocional; con el feeling a flor de piel y de bate. Fíjate que gana espectacularmente, separándose muchísimo en el marcador, o pierde. Villa Clara hace un juego como más técnico, más cerrado. ¿Estarías de acuerdo con que Industriales ganó por lo guapo y faja’o del equipo?

—Villa Clara también es un equipo guapo y, por esta vez, no ganamos. Se trata de un mito que no hace bien a Industriales. Con este deporte soy medio supersticioso, pero no me gusta dejar de analizar, sobre el terreno, los valores y los puntos débiles de los otros. Cuando juego, doy rewind y trato de recomponer en mi memoria cómo actuó cada quien desde el primer inning. Soy un jugador analítico. Sí te puedo decir que Industriales cuenta con un «extra», determinado por la condición del capitalino, que desarrolla una habilidad adicional, una especie de «maña», de argucia, de destreza para mover las cosas. Esa «maña» no la tiene el guajiro, por muy bien que juegue.

—Entonces, ¿ningún problema en considerar que la pelota es asunto de cultura? O mejor aún: de culturas.

—Ninguno. De culturas y de psicología: no tienes idea sobre la cantidad de presiones a las que está sometido un pelotero. Y no me refiero solamente a la afición en contra, sino, en muchos casos, a la presión que implica llevar sobre los hombros el desarrollo del juego; a dirigir el pitcheo y otras jugadas de la defensa... Además de saber que la gente espera de ti un jonrón.

—Justo cuando la gente espera de Pestano un jonrón, ¿cómo se siente Ariel: un héroe; o un hombre pequeño, disminuido por la presión? En ese momento, ¿decide la autoestima, o el conocimiento calmo de la pelota?

—Ni un héroe ni un hombre pequeño; salgo a pegar a la bola con fuerza, y concentrado en lo que quiero hacer. Salgo como un jugador agresivo, que intenta hacer un buen papel.

—¿Agresivo como un león?

—Como un león, no. Sencillamente agresivo, con ganas de jugar para mi equipo. Una agresividad muy naranja.

—¿Jugarías alguna vez como parte de la nómina de Industriales? Bien pensado, eres tan vehemente como ellos.

—Por el deporte cubano, con seriedad y con rigor, cualquier cosa. Pero solo pienso ser parte de Villa Clara.

—¿El regionalismo es un problema, según la visión de Ariel Pestano?

—A veces el regionalismo es una virtud, porque, como has dicho, afirma el sentimiento de pertenencia. El hecho de que en Cuba la definición de los equipos responda a criterios regionales, concretamente, a provincias, le confiere a la pelota una magnitud cultural que no tiene en otras partes. Coincido contigo en cuanto a que este año el play off tuvo connotaciones culturales y políticas muy fuertes, porque renovó las ilusiones de la gente. Yo no había sentido esto, así, nunca. En Villa Clara todo el pueblo estaba en la calle, celebrando. También hubo un enorme apoyo de las instituciones. Vivimos uno de los espectáculos más grandes en 50 años de Revolución, con amplia repercusión social: se rescató la masividad; se recuperó el interés de los atletas; se volvió a ver en las calles a los muchachos inspirados, con guantes y pelotas en las manos...

—Me acaban de hacer un cuento maravilloso: unos vecinos de un barrio de Villa Clara descubrieron que alguna de las familias era industrialista, y aprovecharon la madrugada para pintarle de naranja la fachada de la casa. Todo lo que se cuente es poco acerca de cuánto se disparó el imaginario popular. En La Habana, a las dos de la mañana, cuando se terminó el juego, que no fue un juego sino un thriller, yo me sumé a la conga. Se me ocurre preguntarte: si La Habana reporta una cualidad adicional, una habilidad extra, que llamas «maña», ¿por qué no te vas a vivir a La Habana, y sumas la «maña» a todas tus virtudes?

—Guajiro al fin, necesito Villa Clara, su nobleza, su calidez. Caminarla con serenidad, disfrutarla a mi modo.

—En La Habana también hay nobleza.

—Es verdad; pero también, mucho estrés.

—¿Te ves viviendo fuera de Cuba? Específicamente: supongo que te hayan llegado varias proposiciones para Grandes Ligas.

—Tengo en Cuba mis Grandes Ligas hace mucho tiempo. Soy un hombre feliz, realizado; me siento querido y, sobre todo, respetado. Ya tengo 36 años, Rufo. Ya hice mis elecciones bastante tiempo atrás, y ahora me queda ser consecuente. No voy a traicionarme; no voy a traicionar a la gente y las cosas que me han traído hasta aquí.

—De jugar en Grandes Ligas, ¿protestarías también allí?

—Nadie espere de Pestano, en ninguna parte, la cabeza gacha.

—Bueno, bajaste la cabeza y te diste con el bate, cuando Socarrás te ponchó...

—Estaba organizando mis ideas.

—¿Organizas las ideas pegándote con el bate?

—No hay que inventar fantasmas: Socarrás me ponchó porque pitcheó bien, me tiró la bola justa, sus lanzamientos fueron perfectos.

—Ese momento resultó dinamita para todo el mundo, precisamente porque Pestano se crece en los momentos difíciles, y responde casi siempre como un bateador muy oportuno; pero me temo que, también, Pestano tiene nervios. Pestano es un ser humano, que se equivoca, que a veces no puede.

—Todos, de una u otra forma, tenemos nervios, pero, en esa ocasión, no fueron los nervios los que me traicionaron. A veces las cosas no salen como uno espera...

—¿Villa Clara tiene problemas con la defensa, no? Buena proporción entre pitcheo y bateo, pero la defensa...

—Villa Clara tiene, además de todo, buena defensa; pero aún es un equipo joven.

—¿Qué te falta como bateador?

—Tal vez no sea yo un mal jugador de pelota, pero todavía, para ser un buen bateador, me falta. Ahora, ni sueñes que te voy a revelar, así, como si tal cosa, lo que me falta o me sobra, porque, industrialista al fin, lo puedes emplear contra mí (MÁS RISAS). En serio, Rufo, en Cuba a veces pensamos que el mejor bateador es el que dispara la pelota más lejos; o el mejor pitcher, quien lanza a la mayor velocidad, cuando existen muchas otras consideraciones a tomar en cuenta para estimar como bueno a un pelotero: cuestiones de control, de estrategias, etc.

—¿Quién te parece el mejor bateador de «los chicos jonrón», como llamaron a Industriales en el play off?

—Malleta, sin la menor duda. «El Malle», como le decimos, cariñosamente, sus colegas.

—Bonito eso, venido de Pestano, otro hombre-proa. Ariel, preví el pugilismo como pretexto para confesarte todo lo que te admiramos los cubanos, hermano; incluidos, con mucha fuerza, los industrialistas. Sirvan estas palabras para homenajear a tu heroico equipo, ese que, en mi criterio, también fue campeón. Al menos yo, afirmo sin necesidad de negar. Eso es: me va la vida en la suerte de Industriales; pero, al tiempo, ¡sombrero abajo ante la excepcionalidad de equipos como los de Villa Clara o La Habana!

Vives en el país que amas, eres uno de los grandes peloteros de Cuba. ¿Qué proyecto falta por cumplir a Pestano?

—La vida continúa, y el año que viene no hay quien le quite el triunfo a Villa Clara...

—¿Por qué? ¿Industriales sale de vacaciones?

—¡Nos volveremos a batir! Me preguntabas por el proyecto que ansío ver realizado, y puedo confesártelo: ver a mi hijo como un pelotero cubano, de series nacionales. Por mi familia, por mi equipo, por la afición y los amigos, me esfuerzo día a día, para elevar mi nivel competitivo, puesto que ellos son mis mejores y más sinceros críticos. Necesito fortalecer cada vez más mis músculos; necesito ser un roble, para rendir el máximo, y dar lo mejor a mi equipo. A veces siento que algunos peloteros jóvenes no tienen el rigor, la entrega, la consagración, la disciplina, de generaciones anteriores.

—Pensar que todo tiempo pasado fue mejor es comenzar a envejecer.

—Mi propio hijo me llena de esperanza; no absolutizo, pero reclamo a los jóvenes ese rigor y esa exigencia que han permitido a la pelota cubana llegar hasta aquí. La gente reconoce y agradece al pelotero de hierro.

lunes, 14 de junio de 2010

Ariel Pestano: de hierro, y sin mañas

(Entrevista realizada por Rufo Caballero al mejor recpetor de CUBA, y publicada en el periódico Juventud Rebelde el pasado 12 de junio)

Cuando un amigo industrialista supo que me iría a Villa Clara por unos días, se preocupó: «Rufo, ¡mira que te gusta la bebida del enemigo!». Me fui en realidad al magnífico evento Profilms, consagrado a la promoción y el marketing de los audiovisuales. Cuando comenté a mi familia que, además, entrevistaría a Ariel Pestano, Mayra, tan graciosa, dijo: «¿Estás loco? ¡Ese es un hombre muy violento! ¿No te acuerdas de la exclamación de Héctor Rodríguez cada vez que venía Pestano al bate: “Oh, ¡hombre peligroso! ¡Tremen- do peligro se cierne sobre Industriales!”».

Nomás llegué a Villa Clara, lo llamé. Luego del saludo, dije: «Pestano, tranquilo, no te voy a hacer una encerrona; yo suelo mostrar mis armas. Te confieso que soy industrialista; pero además, no un industrialista cualquiera: un industrialista furibundo. Sin embargo, te admiro mucho como pelotero, y sobre todo cuando has jugado fuera de Cuba, me has hecho vivir grandes emociones. Te quiero entrevistar».

Del lado de allá se hizo el silencio... «¿Cuándo vienes a la casa?». Regresaron a mi mente las palabras de Mayra, que ahora recordaba más precisas: «Oh, ¡tremendo peligro se cierne sobre Rufo!». Y se me ocurrió responder: «No, Pestano. Conversemos en un terreno neutral: te espero a las seis de la tarde en la casa de visita donde me estoy quedando».

A esa hora estaba yo en la terraza del primer piso, cuando lo veo acercarse, vestido de azul. ¡De azul! Me hizo sentir un miserable. Esa propia mañana, al terminar mi conferencia, una excelente crítica de cine me había obsequiado una gorra naranja, y yo la agradecí con emoción (la guardo como un objeto museable), pero me negué a ponérmela, porque, entre otras cuestiones de principios, con la promiscuidad del correo electrónico, en minutos iba a estar la foto en La Habana, y al regresar me iban a cortar la cabeza. En cambio, Ariel Pestano, el primer hombre de los Naranjas, llegaba vestido de azul, para dialogar con un industrialista.

—¿Puedo llamarte Ariel; o tengo que decirte «Señor Pestano»?

—Me puede llamar como lo desee. Soy guajiro, hermano. Un guajiro noble, que nació en el campo, en un ambiente familiar muy sano.

—¿Noble? ¡Tan gruñón y tan peleón, tan peleador por todo!

—Esa es la fama que me dieron en el más reciente play off, por mis desacuerdos con ciertas cosas, que expresé siempre de forma franca y directa.

—Alguna gente piensa que lo importante es jugar a la pelota y olvidarse de todo lo demás. ¿Cuántas veces protestó Germán Mesa por supuestas violaciones de Villa Clara? ¿Has llegado a pensar que tienes cementerio aparte?

—Protesto cuantas veces se precise. La pelota también necesita su picante, su sazón. Yo se la pongo, sin el menor problema. Ahora solo se recuerda al Pestano protestón, pero pocos reparan en que, cuando se formó lo que se formó en el Latino, con Malleta, alrededor del out o no, ese mismo Pestano fue de los que estimuló a sus compañeros para que volvieran al terreno. Por encima de los fanatismos, todos somos cubanos, colegas, y todos estamos por lo mismo.

—Hay que emprender un estudio demográfico y cultural a propósito de cómo se usan las bondades de la capital, pero la gente sigue respondiendo, a nivel de las emociones, al terruño de procedencia… Lo contrario —eso de llamar despectivamente «palestino» a todo el que no sea habanero— también resulta penoso, muy penoso; en todo caso, me pregunto, ¿qué responsabilidad puede tener un equipo de pelota en semejante exceso? Algunos alegan que cuanto llevó a Industriales al triunfo fue la bomba; que Industriales juega como un equipo de temperamento, hormonal, emocional; con el feeling a flor de piel y de bate. Fíjate que gana espectacularmente, separándose muchísimo en el marcador, o pierde. Villa Clara hace un juego como más técnico, más cerrado. ¿Estarías de acuerdo con que Industriales ganó por lo guapo y faja’o del equipo?

—Villa Clara también es un equipo guapo y, por esta vez, no ganamos. Se trata de un mito que no hace bien a Industriales. Con este deporte soy medio supersticioso, pero no me gusta dejar de analizar, sobre el terreno, los valores y los puntos débiles de los otros. Cuando juego, doy rewind y trato de recomponer en mi memoria cómo actuó cada quien desde el primer inning. Soy un jugador analítico. Sí te puedo decir que Industriales cuenta con un «extra», determinado por la condición del capitalino, que desarrolla una habilidad adicional, una especie de «maña», de argucia, de destreza para mover las cosas. Esa «maña» no la tiene el guajiro, por muy bien que juegue.

—Entonces, ¿ningún problema en considerar que la pelota es asunto de cultura? O mejor aún: de culturas.

—Ninguno. De culturas y de psicología: no tienes idea sobre la cantidad de presiones a las que está sometido un pelotero. Y no me refiero solamente a la afición en contra, sino, en muchos casos, a la presión que implica llevar sobre los hombros el desarrollo del juego; a dirigir el pitcheo y otras jugadas de la defensa... Además de saber que la gente espera de ti un jonrón.

—Justo cuando la gente espera de Pestano un jonrón, ¿cómo se siente Ariel: un héroe; o un hombre pequeño, disminuido por la presión? En ese momento, ¿decide la autoestima, o el conocimiento calmo de la pelota?

—Ni un héroe ni un hombre pequeño; salgo a pegar a la bola con fuerza, y concentrado en lo que quiero hacer. Salgo como un jugador agresivo, que intenta hacer un buen papel.

—¿Agresivo como un león?

—Como un león, no. Sencillamente agresivo, con ganas de jugar para mi equipo. Una agresividad muy naranja.

—¿Jugarías alguna vez como parte de la nómina de Industriales? Bien pensado, eres tan vehemente como ellos.

—Por el deporte cubano, con seriedad y con rigor, cualquier cosa. Pero solo pienso ser parte de Villa Clara.

—¿El regionalismo es un problema, según la visión de Ariel Pestano?

—A veces el regionalismo es una virtud, porque, como has dicho, afirma el sentimiento de pertenencia. El hecho de que en Cuba la definición de los equipos responda a criterios regionales, concretamente, a provincias, le confiere a la pelota una magnitud cultural que no tiene en otras partes. Coincido contigo en cuanto a que este año el play off tuvo connotaciones culturales y políticas muy fuertes, porque renovó las ilusiones de la gente. Yo no había sentido esto, así, nunca. En Villa Clara todo el pueblo estaba en la calle, celebrando. También hubo un enorme apoyo de las instituciones. Vivimos uno de los espectáculos más grandes en 50 años de Revolución, con amplia repercusión social: se rescató la masividad; se recuperó el interés de los atletas; se volvió a ver en las calles a los muchachos inspirados, con guantes y pelotas en las manos...

—Me acaban de hacer un cuento maravilloso: unos vecinos de un barrio de Villa Clara descubrieron que alguna de las familias era industrialista, y aprovecharon la madrugada para pintarle de naranja la fachada de la casa. Todo lo que se cuente es poco acerca de cuánto se disparó el imaginario popular. En La Habana, a las dos de la mañana, cuando se terminó el juego, que no fue un juego sino un thriller, yo me sumé a la conga. Se me ocurre preguntarte: si La Habana reporta una cualidad adicional, una habilidad extra, que llamas «maña», ¿por qué no te vas a vivir a La Habana, y sumas la «maña» a todas tus virtudes?

—Guajiro al fin, necesito Villa Clara, su nobleza, su calidez. Caminarla con serenidad, disfrutarla a mi modo.

—En La Habana también hay nobleza.

—Es verdad; pero también, mucho estrés.

—¿Te ves viviendo fuera de Cuba? Específicamente: supongo que te hayan llegado varias proposiciones para Grandes Ligas.

—Tengo en Cuba mis Grandes Ligas hace mucho tiempo. Soy un hombre feliz, realizado; me siento querido y, sobre todo, respetado. Ya tengo 36 años, Rufo. Ya hice mis elecciones bastante tiempo atrás, y ahora me queda ser consecuente. No voy a traicionarme; no voy a traicionar a la gente y las cosas que me han traído hasta aquí.

—De jugar en Grandes Ligas, ¿protestarías también allí?

—Nadie espere de Pestano, en ninguna parte, la cabeza gacha.

—Bueno, bajaste la cabeza y te diste con el bate, cuando Socarrás te ponchó...

—Estaba organizando mis ideas.

—¿Organizas las ideas pegándote con el bate?

—No hay que inventar fantasmas: Socarrás me ponchó porque pitcheó bien, me tiró la bola justa, sus lanzamientos fueron perfectos.

—Ese momento resultó dinamita para todo el mundo, precisamente porque Pestano se crece en los momentos difíciles, y responde casi siempre como un bateador muy oportuno; pero me temo que, también, Pestano tiene nervios. Pestano es un ser humano, que se equivoca, que a veces no puede.

—Todos, de una u otra forma, tenemos nervios, pero, en esa ocasión, no fueron los nervios los que me traicionaron. A veces las cosas no salen como uno espera...

—¿Villa Clara tiene problemas con la defensa, no? Buena proporción entre pitcheo y bateo, pero la defensa...

—Villa Clara tiene, además de todo, buena defensa; pero aún es un equipo joven.

—¿Qué te falta como bateador?

—Tal vez no sea yo un mal jugador de pelota, pero todavía, para ser un buen bateador, me falta. Ahora, ni sueñes que te voy a revelar, así, como si tal cosa, lo que me falta o me sobra, porque, industrialista al fin, lo puedes emplear contra mí (MÁS RISAS). En serio, Rufo, en Cuba a veces pensamos que el mejor bateador es el que dispara la pelota más lejos; o el mejor pitcher, quien lanza a la mayor velocidad, cuando existen muchas otras consideraciones a tomar en cuenta para estimar como bueno a un pelotero: cuestiones de control, de estrategias, etc.

—¿Quién te parece el mejor bateador de «los chicos jonrón», como llamaron a Industriales en el play off?

—Malleta, sin la menor duda. «El Malle», como le decimos, cariñosamente, sus colegas.

—Bonito eso, venido de Pestano, otro hombre-proa. Ariel, preví el pugilismo como pretexto para confesarte todo lo que te admiramos los cubanos, hermano; incluidos, con mucha fuerza, los industrialistas. Sirvan estas palabras para homenajear a tu heroico equipo, ese que, en mi criterio, también fue campeón. Al menos yo, afirmo sin necesidad de negar. Eso es: me va la vida en la suerte de Industriales; pero, al tiempo, ¡sombrero abajo ante la excepcionalidad de equipos como los de Villa Clara o La Habana!

Vives en el país que amas, eres uno de los grandes peloteros de Cuba. ¿Qué proyecto falta por cumplir a Pestano?

—La vida continúa, y el año que viene no hay quien le quite el triunfo a Villa Clara...

—¿Por qué? ¿Industriales sale de vacaciones?

—¡Nos volveremos a batir! Me preguntabas por el proyecto que ansío ver realizado, y puedo confesártelo: ver a mi hijo como un pelotero cubano, de series nacionales. Por mi familia, por mi equipo, por la afición y los amigos, me esfuerzo día a día, para elevar mi nivel competitivo, puesto que ellos son mis mejores y más sinceros críticos. Necesito fortalecer cada vez más mis músculos; necesito ser un roble, para rendir el máximo, y dar lo mejor a mi equipo. A veces siento que algunos peloteros jóvenes no tienen el rigor, la entrega, la consagración, la disciplina, de generaciones anteriores.

—Pensar que todo tiempo pasado fue mejor es comenzar a envejecer.

—Mi propio hijo me llena de esperanza; no absolutizo, pero reclamo a los jóvenes ese rigor y esa exigencia que han permitido a la pelota cubana llegar hasta aquí. La gente reconoce y agradece al pelotero de hierro.